jueves, 15 de octubre de 2009

La tormenta perfecta.

Cada vez que él cerraba los ojos, era porque le picaba la garganta. Porque después de la tormenta, venía el chaparrón. Y siempre le pillaba sin paragüas, joder. Siempre le pillaba sin abrigo y sin zapatos. Y odiaba los charcos. A ella le encantaban.
Adoraba la lluvia y el agua, por eso nunca le importaba que le escociese la garganta o que la habitación se inundase con promesas rotas.Amaba empaparse y sentirse viva.. y debido a ello, aunque la tormenta, el chaparrón o el huracán desenfrenado la pillase por sorpresa siempre sabía como quitarse la ropa y pasar frío, como romper el paragüas y dejar que la lluvia le calase hasta el alma, soltarse el pelo y permitir que el viento se lo alborotase, aunque esto le impidiese ver, sentir o caminar, siempre encontraba la forma de regresar. Incluso descalza y tiritando, podía quererte.

martes, 13 de octubre de 2009

Los icebergs se derriten.


Suopongamos que pones en marcha una serie de engranajes. Que mueves la palanca, que activas el detonador. Reflexiona.
Un cambio implica otro cambio y otro y otro. Y así sucesivamente.
Aunque desees no moverte, aunque decidas no hacer nada, indirectamente estás haciéndolo. Hacer nada implica hacer algo.

Pero,¿y si mañana todo terminara?
Hablo de un final absoluto y definitivo.
Si ya no hubiese marcha atrás, si las decisiones, las palabras, los actos llevados a cabo diesen lugar a hechos irrevocables.
Entonces ¿qué? ¿Que harías?
El pasado es inalterable. A veces incluso el presente, lo que está sucediendo en este mismo instante, es irreversible. Pero no somos conscientes de ello, no pensamos que ciertas cosas puedan ocurrirnos.
Hasta que ocurren.
Y ahí viene la explosión final.

domingo, 11 de octubre de 2009

Barcos de papel en la lluvia.


Puede ser, que una de las cosas más dolorosas de esta vida, sea tener que tomar ciertas decisiones las cuales sabes que van a dañar al otro. Incluso a ti mismo.
Puede ser, que no se tenga el valor suficiente para determinar que es correcto y que no lo es.
Quizá siempre andemos a la deriva, autoengañándonos con simples cosas vanales, caminando a ciegas aún a sabiendas que la cinta que cubre nuestros ojos no será eterna, algún día se caerá, alguien nos la quitará o peor aún, se romperá de repente. Y entonces todo aquello que pensábamos cierto, incluso correcto, empieza a deshacerse, como barquitos de papel en un estanque.
Cómo una planta que cuidas con exagerado cariño y primor muere de la noche a la mañana.

La cuestión es, ¿cómo saber cuando parar? ¿Cómo controlar lo que escapa a tu control? ¿Cómo enderezar el timón que, atascado, se niega a cambiar el rumbo?
Me pregunto hasta que punto un ser humano es capaz de aguantar pesadas cargas sobre sus hombros. ¿Quiénes son más fuertes, los que luchan y luchan y luchan, o los que esperan a que el momento adecuado para actuar llegue, rompiendo el mundo de los demás incluso el suyo propio?


jueves, 8 de octubre de 2009

Y llega el otoño.



Llámadme especial pero el verano me agobia. Me cansa, me agota. Me chupa la energía por completo.
Llega Agosto, la última quincena, y me apetece ralentizar el tiempo, crearme unas vacaciones eternas, que jamás terminen. Me desespero porque siento que se me escapa de las manos, que la tranquilidad y la alegría se agotan y percibo como se van apagando lentamente. Y lo noto. Noto como empieza a acercarse Septiembre a pasos de gigante y como Agosto se hace pequeñito y se va. Noto como el sol ya no es caliente, sólo tibio. Y cambio la toalla por una chaqueta. Y las sandalias por zapatos cerrados.
Y me adentro en Septiembre y mi verano se escapa. Chek in, chek out. Fue bonito mientras duro. Y empieza la lluvia fina, el frío de la mañana cada vez va cortando un poco mas, las nubes se van haciendo su huequito en el cielo.
Esta llegando el otoño. Y mi verano se machó. Ni siquiera me di cuenta del día en el que el día dejó de ser azul para convertirse en gris perla..

Y un día, me levanto, y veo que llueve, que llueve a cántaros, que la calle está mojada y huele a hierba y a tierra húmeda. Y todo el mundo evita los charcos que va dejando la lluvia, lleva paragüas y abrigo. Aunque no hace frío, es sólo porque llueve, porque el cielo llora, llora de alegría porque el verano se fue. Aunque eso nadie lo sabe. Sólo yo.
Se fue y tardará mucho en volver.

Pues que tarde. Yo entiendo al cielo. Yo no uso paragüas. Ni tampoco evito los charcos.

martes, 6 de octubre de 2009

Lyla, parte tres.

Veía las horas pasar. Sentía como los minutos se alargaban y la impaciencia brotaba en su interior.
Lyla, cálmate, decía.
La frustración iba creciendo por momentos. No estaba segura de que sus decisiones hasta ahora hubiesen sido correctas. Y si no estaba segura, ¿quería eso decir que no era esto lo que quería?
¿O su inseguridad estaba precedida por otros motivos? ¿Había algo que la empujase a sentirse así? Pensaba que sí. Pero también pensaba que en ocasiones era tan valiente (o quería serlo) que acababa por convertirse en alguien que no era. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
¿Era ella la que no estaba preparada para el mundo, o era el mundo el que no estaba preparado para ella?
En cualquiera de los dos casos se sentía sola, frágil e incomprendida.
Se sentía impotente. Su corazón estaba en llamas, su mente sumida en el más completo y profundo caos, su cuerpo se limitaba a reflejar todo aquello que los demás querían ver, o lo que ella quería que viesen.
Se acordó una vez más de Papeles mojados y su comparación con el té.
Ni hirviendo, ni congelado. Pero tampoco templado, pensaba ella. Caliente, con el número de grados exacto.
Qué difícil, joder. Qué difícil.
Qué complicado y angustioso era todo. Y cuanto más complicado, más placentero. Cuánto más drama, más complicación, por consiguiente, más placer. Había que andarse de puntillas.
Pero todo en su justa medida. Qué complicada era ella también. Estaba claro que era algo especial con sus cosas, pero a la vez podía ser tan simple para otras..

Siempre buscándole las cinco patas al gato. Y si ella decía que eran cinco y podía demostrarlo que temblase el mundo.
Pero luego se deshacía y toleraba que le dijesen que el gato tenía cuatro patas. O que no tenía.
¿Cómo explicaba ella eso?
Se dejaba querer. Le gustaba pensar que sí pero, ¿Y si estaba equivocada?
Y volvía al principio. ¿Y si no había estado haciendo lo correcto? Entonces llevaba media vida engañada.
Quizá se autoconvencía de que el cazador y la presa era ella misma.


Quizá es que sólo era débil.

viernes, 2 de octubre de 2009

Corazones congelados. Miedo a las alturas.


No sé, puede que este cambio de actitud se deba a que se me va encogiendo poco a poco el corazón, hasta quedarse helado. Tal y cómo tú dices que soy: Fría, helada. Cómo un témpano.
Pero me doy cuenta de que no soy así; tú me haces así.
Tú me conviertes en corazón helado y yo me dejo convertir.
Pero ahora,.. Ahora es distinto, siento que algo ha cambiado, y no son mis sentimientos, no.
Por supuesto que siguen acelerándose mis pulsaciones cada vez que paso y te miro, pero sin embargo, ya no me siento culpable. Se que te adoro y que realmete me arrepiento de todo aquello que hice mal. Pero estoy tranquila, mi conciencia está tranquila porque sabe que no soy la única culpable, sólo una fugitiva más.
Ya no tienen tanta importancia esos comentarios en forma de flechas envenenadas que lanzas con intención de hacer daño. No tiene tanta importancia tampoco los constantes ataques con el propósito de echar en cara fallos o defectos humanos.
¿Sabes qué? Lo único qe has hecho es dedicarte a congelarme y romperme.
Pero me creaste ese pequeño gran escudo protector (casi) impenetrable. Enhorabuena, has logrado llegar a mi núcleo y modificar parcialmente una parte.
Ahora ya no es cómo antes, que sentía como la lluvia me calaba hasta los huesos, tanto que dolía (es verdad lo que dice la canción). Ahora el chaparrón cae, y las gotitas de dolor, esos dardos envenenados, ruedan y resbalan por mi piel yendo a parar al suelo.

Y pienso entonces, que quizá sea verdad lo que Lara me había dicho: Seguiré contando granos e arena hasta que se agote la paciencia, o hasta que se me cierren los ojos del cansancio.
¿Será verdad que el final está cerca? ¿O será el resultado de tanto desgaste sentimental interno?
Y si así es, ¿Cuánto mas voy a aguantar?

De momento mi ''corazón'' sigue en el congelador de la azotea. Puede que nunca estés a la altura.