viernes, 29 de enero de 2010

Que nos jodan. Parte I.

Pues lo que pienso, es que nunca deberían de habernos engañado.
Primero con eso de Papá Noel o en su defecto Santa Claus, que viene a ser exactamente lo mismo, después con Los Reyes Magos y toda la parafernalia de la Navidad (de ahí que tengamos una concepción a veces extraña del mundo, esto de que Jesús sacrificó su vida por los demás y le dieron por el culo casi literalmente no es algo que un niño de 5 ó 6 años pueda comprender, en ningún aspecto). Más tarde, cuando empiezan a desaparecer tus primeros dientes, esos de leche tan pequeñitos y monísimos, nos dicen que viene un ratón, que colecciona dientes, colmillos y muelas, como los gogos, los tazos o los cromos de los Simpson vamos, y que a cambio nos deja un premio. Pero todo esto mientras dormimos. Porque todos estos seres lo ven todo por un agujerito y si te portas mal te dejan sin regalos.

Toda una serie de mentiras seguidas, primero, ese cuento de que el gordo se cuela por la chimenea, que no todas las casas tienen, pero en fin, segundo, que los Reyes Magos son inmensamente ricos, pero solo puedes pedir uno, dos, tres regalos y como mucho otro mas de sorpresa (pues menos mal que eran ricos), tercero, el super-ratón (porque sería un nombre más apropiado para el Señor Pérez) te cambia cosas geniales por dientes. He aqui la pregunta ¿Por que cojones quiere tantísimos dientes? Con la dentadura que se gastan todos los ratones del mundo, el estúpido de Pérez es el único que necesita muchos dientes. Pues vaya timo ¿no?

Pues claro.

Y cuarto. Veamos, eso de que te dejan sin regalos es la mentira mas gorda de todas. Ni aunque suspendas todas las asignaturas, te escapes de casa, y robes a una anciana vas a quedarte sin a menos un regalo.

Pero bueno. Ahí yo ya, ni me meto.

Después viene la tontería de la masturbación. ¿Qué problema hay con eso? ¿Que pasa, que debes acumular telarañas en los órganos sexuales esperando al príncipe azul/princesa salvaje?(Sexta mentira)

La quinta es ese miedo inculcado sobretodo a los niños; porque las niñas pensamos que eso de toquetearse es algo feo y sucio y siempre negamos que nos hayamos tocado alguna vez (Séptima mentira), los preadolescentes viven con el miedo a quedarse ciego (gracias a dios la Quinta mntira se esta diluyendo de las mentes de nosotros, las personas modernas, civilizadas, cultas e inteligentes)

Hablemos de la Sexta mentira. Príncipes y princesas, cachondos y cachondas, esclavas sexuales que cocinen bien, amos de casa, obedientes, ricos, atentos, etcétera, etcétera, etcétera. Pues vale.
No lo entiendo.
Luego viene el tópico de que el dinero es basura (díselo a las familias en crisis), que todos tenemos un gran corazón y que nadie actúa por y para sí mismo.
Y bueno, realmente, cínicos (perdonadme), sabeis tan bien como yo, que todo lo que vivís es una mentira, o bueno, dejemos margen a la duda, simplemente diré que hay mentiras y verdades a medias (en el mejor de los casos)

Así que, si quieres, pierde un poco de tu tiempo (ya que te has estado leyendo todo esto) y párate a pensar. Instrospección del yo (pero sin poesía).
Y ahora yo te pregunto: ¿Qué ves? ¿Qué sientes? ¿Qué observas?
Si es que no hay nada joder. No me cansaré de repetirlo. No hay absolutamente nada.

Así que dime, ¿prefieres conformarte, seguir soñando o abrir los ojos?
Tú decides. Al fin y al cabo, yo sólo opino.

martes, 19 de enero de 2010

No tengo Post-it.


La verdad, no recuerdo en que momento las cosas empezaron a cambiar. Quizá fue antes de que tuviese conciencia de ello. Quizá fue incluso antes de que tuviese noción de todo eso. O fue cuando empecé a tener noción. O pueder ser, que fuese en un determinado momento y mi mente lo ha bloqueado.
Y si así fuese, entonces, ¿pueden haber sido ese conjunto de sucesos, los que han determinado mi personalidad, mis principios, mi forma de ver, pensar y hacer las cosas? Aunque no sea consciente de ellos.
Quizá es un escudo, un rechazo ante determinadas actitudes, lo que provoca esas reacciones.
¿Cómo controlar? Difícil solución. Aunque quizá, si eres una persona un tanto complicada, con tendencia a rebuscar y sacar puntilla y explicación a la gran mayoría de sucesos que ocurren a tu alrededor, alguien que se fija en los detalles, una persona observadora, quisquillosa y algo maníatica, ¿que puedes esperar del resto?
Mezcla todo esto con intentos fallidos o frustrados. ¿De qué? No importa. Ahora mismo no es relevante.


Mientras dure(n) la(s) tormenta(s), necesito un abrigo. Que me muero, de frío. Y la lluvia cala cada vez mas. Demasiado.

lunes, 11 de enero de 2010

No more tears, my pain.

Es verdad que no escribo tanto como antes. Aunque siga teniendo motivos parecidos, mi blog ha disminuido el número de entradas a medida que el tiempo corre y los meses pasan.
Y no es porque no tenga nada sobre lo que escribir, simplemente se trata de un conflicto de intereses en mí misma. Conmigo misma. A eso se le suma una desorganización de tiempo, espacio y mente exageradamente gigantesca, y una pérdida de horas frente a una pantalla sin tener los suficientes huevos a palabrear sobre lo que no me gusta.
No temo dañar a nadie que me haya dañado a mí, pero tampoco serviría de nada intentar hacerlo. No temo escribir lo que pienso, siento, vivo, imagino, deseo, pero a veces hasta eso se me queda demasiado grande, o incluso demasiado pequeño.
Tengo días y días. Y soy un auténtico y completo desastre. De hecho, está en proceso incorporar a dicha definición una imagen con mi rostro.
Soy un desastre que se refugia en lo que dice y en lo que no. Pero necesita decirlo porque si no lo hace, revienta. Aunque veces es mejor callar(se) y esperar a que la tormenta amaine.
¿Y si la tormenta no amaina nunca? ¿Y si el miedo acumulado se sigue almacenando y llenando los recovecos que algún día quedaron vacíos por el desgaste del autocontrol?
¿Tiene sentido preguntarse que pasaría o sencillamente esperar a que pase (si es que pasa)?
Porque ponerme en situaciones (agradables y/o desagradables) no ayuda a que las resuelva con mayor eficacia cuando el momento llegue. De hecho solo sirve para apretar más el nudo que tengo en el estómago y que sólo afloja cuando llega a la garganta y amenaza con ahogarme.
Todos sabemos que los planes, y los ''planes'', no funcionan, simplemente sirven de guía. Y a veces ni eso. Porque vamos a ver, si todo dependiese de como queremos que salgan las cosas y la eficacia de planificación de las mismas, todos conseguiríamos todo. Y sería el caos.
Pero como me gusta a mi el caos. Como me gustan los enredos y el dolor. Dolor.
Te hace sentirte vivo y te permite por algunos instantes darte el lujo de la autocompasión, del desenfreno, de la excusa, del encubrimiento.
El dolor nos lleva a reaccionar y normalmente nos hace perder un poco los papeles (sobretodo con nosotros mismos)
Pero una vez que aprendes que el dolor te curte (aunque sigue doliendo), terminas por intentar manejarlo. Y si lo consigues una vez de cada cien pues bien, y sino, pues bien también porque aunque el dolor no sea excusa, a la vez si lo es.

No podemos huir, ni escapar de él. De hecho, estamos continuamente escapando, alertas. Y él está tan al acecho que de repente te sorprende en cualquier esquina, justo cuando llevabas la guardia baja.
Porque si, también de vez en cuando necesitamos relajarnos.. aunque sepamos que pasa entonces.
Vulnerabilidad.


Y reímos por no llorar. Al menos yo.

martes, 5 de enero de 2010

¿Por qué no regresas?


Lyla escribía sobre Lyla mientras odiaba al mundo, se odiaba a ella misma y odiaba a los que odiaban. Por tanto se odiaba doblemente.
Tenía esa sensación de no querer hacer, decir, pensar, escribir, nada. Quería la nada. Esperar, oír, ver, callar.
Pero tampoco. Quizá esperar le vendría bien, pero siempre había sido algo impaciente. Mas bien muy mucho. Oír.. oír, ¿que? ¿Qué es lo que venía bien escuchar? ¿Y ver..? Ver no es mucho mejor que oír cuando no hay nada bueno que enseñar.

Y callar. En fin. Eso era una tarea verdaderamente difícil. Al hablar se integraba, se sentía un poco menos al margen. Un poco menos absurda. Aunque seguía siéndolo.
Así que callar se le daba realmente mal. Desde que era pequeña, pequeñita parloteaba como un loro, haciendo reír, llorar, desesperar. Sólo callaba cuando pensaba en cosas serias, y aún así, bueno, costaba.
Pensar en voz alta. Y mil escalofríos. Escuchaba su voz, hablándose a sí misma. Hablando con nadie y con alguien. Una voz robótica que le hablaba desde las profundidades de la caverna de la absurdez. De la locura quizá.

Lyla.. aluna vez lloró. Yo la ví. Y la quise abrazar. Quitarle el frío y secarle las lágrimas. Tocarle el violín, cantarle, dedicarle una canción de piano. Borrarle la tristeza y sonreirle. Llamarla. Lyla, vamos. Regalarle el sol, la luna.
Pero no podía. Lyla no quería, Lyla estaba en otro lugar. Perdida lejos de nosotros, de aquí.
Sólo quedaba un rostro que quizá, en otra época, fue la cosa más dulce del mundo.