miércoles, 30 de marzo de 2011

Confesiones II.

A veces, y en la mayoría de los casos, las situaciones, las conversaciones, los viajes, los planes en general,no salen tal y como y habíamos previsto. En ocasiones ni siquiera se acercan ni lo más mínimo a nuestros deseos, a nuestras esperanzas. A aquello con lo que soñábamos. 



Y entonces pienso que he estado perdiendo el tiempo. Que lo he malgastado y que me he equivocado enormemente. Observo a mi alrededor y creo que nada ha merecido la pena. Todo en vano.
Y no solo eso, sino que además de un resultado nulo, he obtenido más de un disgusto, miles de agobios y de quebraderos de cabeza. Y al final no me he llevado nada. Lo ganado en comparación con lo perdido ha sido poco y me da rabia. Me quema, me arden las entrañas pensando en lo injusto que puede llegar a ser el mundo y la vida en general. Y pienso que ya lo sabía que no es nada nuevo, que uno se arriesga y a veces gana y otras pierde. Pero vaya asco que da perder. Sobre todo cuando la que más pierde eres tú y el resto sólo ha salido salpicado, un poco mojado quizás. Pero ya. Nada más.
Y no es por tirar la toalla pero creo que dejaré de intentarlo. Mis opciones son amplias y variadas. Aunque en este momento no las vea y solamente piense que existe una única posibilidad. La que modifica mis circunstancias. La que cambia todo. Al menos ahora. En este instante y hasta dentro de un tiempo. 
Pero así debe de ser si tiene que ser, o al menos eso quiero pensar.. porque estoy muy cansada. Mi cuerpo me pide un parón y mi mente dice que por favor, que es insano, que no. Y el cortocircuito es irreparable. Al igual que el daño. 
Y pienso, joder, pero que rabia. Que mierda. Esa es la palabra: Mierda.