
Pero creo que hay un antes y un después. Y que mejor manera de demostrarme a mi misma que he captado el mensaje, que he entendido que se acabó al antes y que estamos en el después.
Pero como me cuesta, y lo sé. Y lo sabe. Y no me lo dice nunca. O al menos casi nunca. Me deja a mi aire, sin intentar asfixiarme. Aunque también me hace sentir condenadamente mal, y es inevitable, no siempre todo sale bien. Pero como dije, hubo un antes y un después. Y mi antes era bonito, a veces. Era simple: o blanco o negro. Nunca había lugar para el gris o las medias tintas. Ahora las conversaciones son más fáciles, y aunque no lo parezca, poco a poco, todo ese miedo que se me había acumulado en el estómago, en los ojos, en el pelo, se va diluyendo. Muy despacio. Cada cosa tiene su propio ritmo y la aceleración de los procesos sólo conlleva a catástrofes(...)
Y en realidad, para lo que me senté aquí es para decir otra cosa, pero ¿ves? ¿Ves como me cuesta? Y le doy mil vueltas a la manzana antes de entrar en la cafetería y pedirme el café. No siempre.
Y vuelvo a desviarme.
Que no me quise permitir el echarte de menos, pero echaba de menos la forma en que me pedías a gritos que me fuese contigo y lo dejase todo. O lo que querías que dejase. Si que lo hacías, aunque nunca te lo dije. No siempre se te da bien disimular.
¿Y que pasa?
Que empiezo hablándole a la nada y termino hablándote a ti. Que aunque tú no lo sepas..