domingo, 28 de febrero de 2010

No vale lamentarse.


Creo (sé) que escapar de todo no es una solución. Pero si un alivio. Hasta cierto punto claro. Porque no te puedes pasar la vida entera huyendo, caminando a ciegas y sin rumbo, escapando continuamente de todo aquello que un día decidiste dejar en el aire.
Porque a la larga, eso tan sólo te trae problemas. Que se van juntando y sucediéndose a su vez con determinadas complicaciones las cuales pueden llevarte a la perdición.
Yo, por mi parte, creo que ya no huyo, pero si que cierro los ojos, doy la espalda y me quedo quieta, como esperando el momento en el que todo estalle a mi alrededor y me quede sola, en medio de nada, sin nada. Con nada.
También creo que la mayoría de nosotros tenemos un problema gordísimo de estupidez y de egoísmo, de esto último sobre todo.
Porque para empezar, casi nunca pensamos en lo ajeno. Por muy cerca que esté, nos da igual. Somos nosotros contra el mundo y no importa lo que nos llevemos por delante porque estamos ciegos y sordos, y como dije antes, estúpidos.
Tanto que no sabemos ver, oír, apreciar, entender, esas pequeñas señales, esas casualidades, coincidencias, gestos, movimientos, que nos avisan, que preveen que el desastre está apunto de sucederse.
Aunque sinceramente, en estos momentos la palabra desastre le queda grande al tipo de circunstancias de las que estoy hablando, y no me parece nada adecuada.
No me parece nada adecuada y ni siquiera justa. Por respeto, sólo por eso, deberíamos moderarnos. En todo.
Y pararnos a pensar. Que bien nos hace falta.
Que quién juega con fuego, con fuego se quema.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Ni lo leas.

No nos queda nada.
Todo está inventado y todo está pensando para que cada suceso se repita cíclicamente una generación tras otra.
Dame respuestas, preguntas, preguntas a a tus respuestas y ya estará todo vivido. No encontrarás (casi) nada que aún no se haya hecho.
Jóvenes con promesas que terminaran rotas o en el olvido. Dudas. Miedo. Un terrible miedo a todo. A exponerte mucho, a exponerte poco, a que los demás vean como eres en realidad.
Ni lo que haces, ni lo que piensas, ni lo que dices es nada nuevo.
Muchísimas personas han pasado por todas esas situaciones así que deja de creerte alguien especial.
Deja de escudarte, deja de reprochar a los demás.
Tus actos son pura culpa tuya. Y si tienen consecuencias desagradables e incluso dolorosas, debes cerrar la boquita enmendar. Aprender. Y finalmente, si no tiene una solución visible, dejarte la piel en buscarla y conseguirla.




En fin. Que estaba mejor escribiendo sobre Lyla que contando milongas. Aunque al fin y al cabo, escribo por placer, no creo que esto haga cambiar una vida, ni tampoco lo pretendo. Pero me relaja, y en estos momentos hay muy pocas cosas que lo hagan.

martes, 9 de febrero de 2010

Scream?

Ayer me pidió que escribiese algo sobre ella. Que la tenía olvidada y eso le preocupaba. Le dije que estaba bien pero seguía insistiendo en que no me creía; aunque la verdad, la ví mucho peor que yo.
Pero bien, realmente tenía razón, ni yo estaba bien ni ella tampoco.
Había algo que no encajaba en todo este maldito puzzle. Basta con que una pieza se pierda para que te rompas la cabeza intentando resolver el rompecabezas.
Basta con que una sola pata de la silla en la que estás sentado en estos momentos, se rompa, para que te caigas estrepitosamente al suelo. Basta con que un solo naipe de la base del castillo se caiga para que todo se venga abajo.
Y es que los pilares es lo más importante. Siempre.
Pero a veces se nos olvida. Y no los cuidamos ni los colocamos adecuadamente en el lugar, en el punto exacto, y entonces todo se desmorona.


Y eso no me gusta. Lo de volver a construir algo desde cero cuando ya estaba (casi) terminado. Desespera y te deja pues eso, entre escombros.