martes, 7 de septiembre de 2010

Círculos imprecisos.

Nunca puedes saber como van a salir las cosas. Puedes intuirlo, desearlo. Puedes aferrarte a la mayor de las esperanzas y pensar que por una vez, todo va a marchar sobre ruedas.
Pero no sabrás que saldrá de ahí. Nadie ha firmado un contrato asegurando nada y por tanto, toda esa esperanza toda esa ilusión que cada día va haciéndose más grande, podría ser una billete de ida y sin retorno a la decepción, al dolor.
Porque de eso vivimos, de esperanza y dolor. Es lo que nos mueve, lo que nos incita a seguir un poquito más. Para a ver si así conseguimos el objetivo final, a ver si así conseguimos llegar al puntito que se divisa al horizonte, a pesar de que la carretera parezca tan infinita.
Porque con la esperanza trabajamos, nos levantamos, colocamos otra vez todos los ladrillos desde el principio y resistimos cualquier chaparrón. Porque lo que deseas seguramente sucederá; aunque sea improbable y casi imposible, su-ce-de-rá.
Y, después de haber construido y andado todo el camino con tanto primor, llega la hora de la verdad... y en el peor de los casos, descubres que todo aquello a lo que te habías aferrado, era mentira. Era esperanza y no realidad. Y te mueres, te retuerces, te deshaces de dolor. Quieres continuar pero el golpe no te deja, te lo impide, te mantiene pegada al suelo con la mirada fija en aquello que quisiste y que no conseguiste, para recordarte lo que has perdido, lo que nunca has tenido, o lo que jamás volverás a tener.
Pero entonces el dolor actúa como motor. Como afrodisiaco. Como alimento. Y te chupa tanto que empiezas a desentumecerte por inercia, como un robot. Comes, caminas, duermes,.. todo mecánico. Pero te mueves, y te das cuenta que a pesar de aquello, de aquel golpe duro, de aquel dolor insoportable, puedes seguir moviéndote y piensas que quizá puedas volver a intentarlo en otras circunstancias, en otros colores y sabores, con otras personas, en otras calles y con otros materiales. Y te inunda la esperanza.
Llega, te saluda, y te sonríe y te enreda. Y después del dolor llega la esperanza como salvación, como un soplo de aire fresco, y entonces vuelta a empezar...

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