miércoles, 12 de agosto de 2009

Dónde quiera que estés

Lilly aún no podía creer que esto le estuviese pasando.
Hace unas horas se encontraba en su casa de Cork sentada frente al televisor comiéndose unos nachos con queso y viendo una película de cine independiente. (Muy mala, pero al fin y al cabo una película). Y ahora se encontraba en un maldito aeropuerto esperando el siguiente vuelo a Dublín.
Increíble.
Había bastado una sola llamada y poco más de tres palabras para que su mundo se pusiese patas arriba.
No entendía porque tras 9 largos y dolorosos meses, él había vuelto a ella.
No comprendía de que iba todo eso y porque ella se había dejado llevar. (O más bien se había querido dejar engañar)
Estaba enfurecida consigo misma y con el mundo en general. Temblaba de miedo y rabia pero no era capaz de darse la vuelta y salir de nuevo por la entrada principal de aquel aeropuerto.
¿Por qué narices tenía ese poder sobrenatural sobre ella? ¿Por qué influía tanto en su vida lo que él pudiese decir o hacer?
La pregunta le hizo sentir una punzada de dolor.
No quería reconocerlo. No quería oír la respuesta, ni siquiera pensarla fugazmente.
Sabía que las cosas no cambiarían. Que él jamás llamaría a su puerta para quedarse. Lo sabía en lo más profundo de su ser, pero no quería admitirlo.
Y se sentía…frágil. Vulnerable.
Porque cada segundo que pasaba le recordaba que todo esto no llevaría a ninguna parte.
Y se ahogaba.
El corazón se le iba a salir del pecho.

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