miércoles, 30 de septiembre de 2009

Lyla, parte dos.

Lyla esperaba sentada en la acera, con las piernas cruzadas, fumando e inhalando el humo para tornar aún más negros sus pulmones y su corazón.
Había creído que una vez llegado el momento, la sensación de inquietud cesaría y las náuseas remitirían.
Pero resulta que su cuerpo se negaba a colaborar y eso hacía que la situación tornase cada vez más, a peor.
¿Qué haría cuando le tuviese delante de ella?
¿Qué sucedería cuando sus hombros y sus bocas estuviesen a la misma altura?
¿Sería capaz de mirarle a los ojos y sostenerle la mirada?
Y lo que es más importante.. ¿Qué haría él?

Contemplaba el cielo, nerviosa y ausente, como una niña pequeña a puno de pasar a la consulta del dentista por vez primera.
Aún estaba a tiempo de echarse atrás, levantarse y volver a andar lo andado. Y realmente esa opción era muy tentadora, pero a la vez había algo que le impedía moverse.
Algo que la ataba a aquella acera y la consumía por dentro lentamente. Se sentía como un arbusto, con la vida condicionada eternamente a la tierra del suelo, la tierra que lo alimentaba.
Pero Lyla no era un arbusto, era una persona, de carne y hueso. Y por eso lo que en realidad le condicionaba y le ataba no era la tierra del suelo, en realidad, ni siquiera la acera ni el asfalto de la calle.
Lo que la retenía era otra cosa. Y ahora empezaba a darse cuenta del verdadero signficado de la frase ''Vivir en punto muerto''.

1 comentario:

Escalones