sábado, 25 de julio de 2009

Escucha.


Déjame que te explique que hay cosas que no tienen un porqué.
Déjame enseñarte que hoy es si y mañana es no, y que hay que aceptarlo. Déjame mostrarte que a veces gritar, patalear y golpear no sirve de nada, tan sólo empeora situaciones.
Déjame recordarte no cómo aquello que no pudo ser, sino como aquello que fue y terminó. Da igual como, pues al fin y al cabo es un final, y cuando algo termina otra cosa empieza.
Déjame que te enseñe a contar hasta cien veces cien, para que más adelante no te pierdas.
Déjame cogerlo todo, abrazarlo durante un segundo y después, soltarlo.
Déjame tocar fondo, pero déjame salir a flote, no me retengas en la profundidad. No intentes que me ahogue en un vaso de agua.
No intentes desbordar el vaso echando mas líquido, no intentes sacarla con disculpas, tampoco con culpas.
Déjame decirte que no existen culpables, ni existe una razón. Que existen muchas y pocas de gran peso.
Déjame que compruebe cual es mi grado de amor propio.
Déjame marearme y vomitar hasta las entrañas. Pero después déjame reponerme.
Déjame salir ahí fuera sin remordimientos, déjame sentirme libre, déjame volar. Al cortar mis alas estás cortando las tuyas también.
Déjame decirte que la mejor forma es guardar todo en un cajón, y tras la tormenta, cuando sale el sol, ahí es cuando debes decidir si tirarlo y desprenderte al completo o conservar un ápice de todo y nada.

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