Y pensó que quizá, tras tantos tropiezos y caídas le venía bien despegar del suelo y volar un rato. Planear por encima de pensamientos ridículos y sin fundamento.
Dejar a un lado dudas.
Arriesgarse era lo divertido, algo que le encantaba y que hacía mucho tiempo que no llevaba a cabo, era su forma de sentirse viva.
Tirar toda la mierda del cajón. Dejarlo vacío y llenarlo con cosas nuevas y diferentes sin cambiar de vida.
Como Quique escribió: reírse de todo y llorar por nada.
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