domingo, 12 de julio de 2009

Sinceridad inesperada


Cogía mi mano y jugueteaba con mis dedos, los entrelazaba con los suyos y me miraba.
Ponía música y encendía un cigarro.
''Cualquier canción es buena si la escucho contigo'' le oía decir.
Mordía mi labio y me hablaba de cualquier cosa. Del verano, del cantante de un grupo, de como hacer un huevo frito.
Se reía. Me reía. Dándome cuenta de que siempre me hacía reír. Que sus chistes tenían gracia. Qué mas vale pájaro en mano que ciento volando.
Cambiaba de canción. Hablaba de algo en el cielo. De elevarse.
Me encendía un cigarro y me quitaba la ropa. Yo también se la quitaba a él.
Y me abrazaba. Fuerte, muy fuerte. Y dormíamos (o eso fingíamos)
En realidad era una excusa para no marcharme, allí nadie dormía.
Me acariciaba el pelo, me lo desenredaba, despacio, para no hacerme daño.
Y me miraba, me sujetaba la cabeza y me miraba. Con miedo, con ansia.

Leía en sus ojos lo que él no se atrevía a pronunciar.
Lo que no se atrevía a decir.
Y aún así, lo hizo.


¿No creéis que con eso basta?




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